Por: Mónica Ritacca
La enseñanza puertas adentro es un gran desafío para docentes, padres y alumnos. Y en la misma sintonía de la frase que dice que “cada familia es un mundo” puede decirse que cada lugar o pueblo también lo es.
La enseñanza puertas adentro es un gran desafío para docentes, padres y alumnos. Y en la misma sintonía de la frase que dice que “cada familia es un mundo” puede decirse que cada lugar o pueblo también lo es.
Mientras que en las grandes ciudades muchos padres se enojan por la cantidad de actividades que reciben a diario sus niños por parte de sus maestros, hay otros de poblaciones más pequeñas que se encontraron con la dificultad de no poder “oficiar de educador” porque no están alfabetizados. Dicho de otro modo: porque no saben leer ni escribir.
Esta realidad sucede en muchas zonas rurales, donde además existen otros problemas: muy pocos tienen una computadora en su casa y pensar en conexiones wifi es una utopía. Lo único que dispone la mayoría de la gente es de un teléfono celular con WatsApp, que permite el acceso a internet pero a través del consumo de datos móviles, es decir si el teléfono celular tiene saldo.
La realidad de una zona rural
Nilda Morzán es una de las maestras de esa escuela rural. Este año le fue otorgado el 3er. grado, compuesto por diez alumnos. Consultada sobre la educación en tiempos de la pandemia por Coronavirus, reconoció que es muy diferente a lo que sucede en las grandes ciudades y dejó en claro que el principal objetivo por lograr es “que los chicos no pierdan la costumbre de abrir el cuaderno”.
“Cuando se suspendieron las clases por Covid-19, entregaba las actividades en papel. Convocaba a un adulto a la escuela, obviamente respetando las medidas de protección, y se las daba. Luego llegaron los cuadernillos de Nación, pero tuvimos que volver a nuestra metodología porque traían temas nuevos o actividades para hacer con una computadora conectada a internet y la realidad nuestra es que hay padres de alumnos que apenas saben leer y escribir y ninguno tiene acceso a internet a través de una computadora”, contó Nilda.
Frente a ésto, lo que hace es enviar actividades por WatsApp, que llegan cuando los padres tienen crédito en el teléfono. “La dificultad más grande es el seguimiento porque todo se hace en la medida de las posibilidades de cada familia. Por eso yo estoy convencida de que la educación virtual puede servir en la universidad o en un secundario, pero no en la primaria. La enseñanza virtual nunca va a reemplazar el salón de clases, mucho menos en las zonas rurales”, finalizó la docente rural.